Sentí en el rostro
una cálida brisa de una mañana de verano, tuve la sensación de estar en alguna
playa donde las olas rompen bruscas en enormes rocas, pero entendí que era un
suave vientito que entraba por alguna ventana a hurtadillas. Aunque empezaba a dudar
si realmente no me encontraba en una playa, porque sentía un calor que entraba
por la piel como si estuviera tomando sol, pero nuevamente entendí que
simplemente estaba entre algunas colchas.
Tenía algunos
de los sentidos agudizados, sentía el aroma de un café, -que me daba la sensación de
ser muy fuerte y espumoso-mezclado con tostadas bien doraditas. Estos efluvios me abrieron el apetito y
aprecié como mi estómago hacia algunos rugidos. Además escuchaba con atención
algunos suspiros que estaban algo cerca, pero me distraje con algunas voces que
venían de un lugar un poco más lejos. Voces que retumbaban en toda la
habitación, se podía percibir que eran personas jóvenes discutiendo –aunque no pude adentrarme en el problema que
les aquejaba-.
Decidí poner todas mis fuerzas en moverme
y lo logré sin demasiados artilugios. Lo primero que resultó fue mi brazo y
mano derecha, haciendo un movimiento circular en un intento de despojarme de
las colchas que ya me estaban haciendo sudar. Acompañando el acto, en el primer
intento , abrí los ojos y parpadee algunas veces hasta que se me despejó la
vista, aunque un poco mareada, descubrí que esta no era mi habitación sino que
me hallaba en un cuarto poco conocido con colores tierra y beige –por los muebles
y el diseño me resultaba algo masculino-. Me senté y apoyé los codos sobre las
rodillas para luego sostenerme la cabeza con las manos, como acurrucándome.
Presentí en todo el cuerpo un estremecimiento casi doloroso, pero solo era
vergüenza, al recordar el motivo por el cual me hallaba vestida con la ropa de
anoche –en vez de tener puesto el pijama- y en aquella habitación tan varonil.
Me sobresalté
al oír una voz detrás de la puerta, acompañada por dos golpecitos suaves -me recorrió la espalda un escalofrío como
cosquillas- y esa voz volvió a insistir.
-
Jazz… Jazmín- dijo suavemente, casi como en
susurros.
Rápidamente di un
saltito y me puse de pie para responder ese llamado.
-
Sí, ya voy.- Mientras corría desesperada hasta
la puerta, que intuía que podría ser el baño.
-
¡Buen día, hermosa! ¿Puedo entrar? - dijo con voz entusiasta.
-
-¡No! ¡Ya salgo!- Respondí atropellando mis
palabras al tiempo que me miraba al espejo y descubría mi bolso donde tengo mi
amado neceser.
No volví a oírlo, por lo que supuse que tendría algunos
minutos para arreglar el desastroso estado de mi rostro –después de una noche
muy larga-. Lo primero que hice fue hacerle un rodete desprolijo
–intencionalmente- a mi cabello, lo que me daría un aspecto descontracturado y
me cepillé bien los dientes. Luego quité cuidadosamente los restos de
maquillaje de la noche anterior, me puse una crema facial que me deja la piel
suave y casi natural, digo casi, porque no podría presentarme a cara totalmente
lavada frente a ningún hombre. Así que coloqué una máscara y curvé mis
pestañas, le di un poco de color a mis pómulos con un tono rosado muy suave y
puse en mis labios un gloss incoloro solo para que tengan una fragancia a
manzana tentación –por si alguien desee besarlos, aunque me sentía avergonzada
por los últimos recuerdos en mi mente ahora-. Me puse mi perfume preferido de
la siguiente manera: “Por si me
besa,
Por si me abraza y…
Por si
acaso…”
Tomé valor y
suspiré muy hondo –lo que me ahogo un poco- para enfrentarme a mi extraña pero
tan ansiada, desde hace casi diez años, realidad…
Abrí la puerta
lentamente y me encontré con una sala llena de muebles –perfectamente
decorada- pero allí no me esperaba
nadie, oí el movimiento de una silla que venía desde la cocina.
Cuando entré lo
primero que llamó mi atención fue un florero con algunos jazmines, estaba en
medio de la mesa rodeado del desayuno, puesto intencionalmente allí para mí.
Pero al cambiar de foco mi mirada, alcé la cabeza para contemplar esa figura
dándome la espalda, un cuerpo glorioso de aproximadamente metro ochenta y
cinco, con una espalda fornida que sus contornos marcaban una V perfecta,
brazos con músculos esculturales, cabello negro y una piel increíble de color
cobre tentación –tentación… a posar las
manos en él para acariciarlo hasta que me ardan-.
Mi corazón
latió deprisa cuando él giró su cabeza y me vio allí parada, me sonrió y mis
ojos se iluminaron por tanta perfección. Sin darme cuenta lancé un suspiro por
lo bajo y le devolví la sonrisa, se dio vuelta hacia mí, se apoyó contra la
mesada y cruzó los brazos, yo quedé petrificada e hipnotizada observando ese
rostro tan angelical máxime pícaro a la vez. Volví a sentir la tentación en su
piel –verdaderamente era hermosa-, me
detuve unos instantes en sus ojos de color cielo –algo sorprendente en alguien con esa tez tan cobriza- con una
mirada seductora debajo de esas cejas que dan masculinidad a ese rostro tan
exótico. Luego me obsesioné con su boca sonriente, los labios carnosos – invitan a un beso eterno- y dientes blancos perfectos, que los imagine
mordiéndome el labio inferior con cuidado y desesperación.
Mi mundo de
ilusión se detuvo un instante y recordé mis malos modales al no dar mi saludo
mañanero, entonces dije un tímido:
-
Hola, buen día Dalmi.
Mis palabras provocaron que esa sonrisa cambie de tierna a
una sarcástica –pero siempre sin perder
ese no sé qué de seducción- y así él se acercó a poco menos de cinco
centímetros de mi cuerpo. Me puse en punta de pies intentando alcanzar su
semblante, pero fallé, él era tan alto que solo podría acercarme a su altura
con los tacones que olvidé ponerme al levantar. Sentí su tibio aliento en mi
frente y sus ardientes manos en mis mejillas, dirigiendo mi rostro hacia el
suyo, apretó sus labios en los míos –eran
como almohadones de terciopelo-, los mantuvo así algunos pocos segundos y
se alejó un instante para mirarme diciendo:
-
Perdón... Buen día.
Sin darme tiempo a
responder volvió a besarme, pero esta vez con una intención diferente. Era un
beso de labios carnosos, húmedos, que dé a momentos –deja vú, era lo que había imaginado y mucho más- abrazaban mi labio
inferior con pasión y su lengua danzaba con la mía formando intensidad voraz y
una leve agitación en todo mi cuerpo. Sus brazos rodeaban mi cintura y sus
manos quemaban la piel de mis caderas.
Entre ese surménage
de sensaciones todo comenzó a darme vueltas en los segundos que me apretó con
fuerza contra su cuerpo. Sentí en mi pecho los latidos de su corazón golpeando
con violencia, me estimuló aún más la mente y entendí la excitación que
estábamos viviendo en ese momento.
No pude evitar
lo que estaba a punto de hacer, quise parar esa situación antes de que pasara a
mayores. Pero no me dio tiempo a actuar, era tarde cuando se quitó la camisa e
inmediatamente deslizó su mano derecha hasta mi cabello y lo soltó con
facilidad, para luego con sus labios recorrer una y otra vez desde la mandíbula
hasta mis hombros. Me dejé llevar por esas sensaciones, creí estar levitando y
de fondo oí el sonido de Apologize –mi canción favorita-, me volvió a besar los
labios mientras recorría con sus manos cada espacio de mi espalda.
La última noche
había sentido lo mismo, pero no dejé que nos uniéramos en este éxtasis
demasiado peligroso. Mi mente viajó a
otro tiempo…